La región concentra más de la mitad del ganado caprino en el país, pero en el último Censo Agropecuario y Forestal 2021 la cifra cayó a casi la mitad. La falta de agua en las praderas tiene a una actividad ancestral al borde de la desaparición. Conagro y dirigentes campesinos reclaman la intervención urgente del Estado y un cambio en la política pública.
En lo alto de El Chacay, localidad ubicada 42 kilómetros al noreste de La Serena, la dirigente campesina Dulia Peralta afirma su mano derecha en una muleta metálica. Suspira cada cierto rato, mientras relata las dificultades que enfrenta la población de la zona para mantenerse como crianceros de ganado caprino.
El agua, elemento vital como dice Dulia, ya no solo escasea, simplemente no existe. La interminable sequía, el cambio climático y la falta de apoyo del Estado para desarrollar su labor tiene a este pequeño poblado y gran parte de las localidades rurales locales en la agonía. De ser felices crianceros, ancestrales y trashumantes, pasaron a la subsistencia, y hoy ven con dolor la posibilidad de que todo se termine.
Los resultados preliminares del último Censo Agropecuario realizado por el INE y la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) en 2021, indican que las cabezas de ganado caprino en el país llegaron a 390.419, marcando una caída de 44% respecto del último sondeo hecho en 2007, que alcanzó las 738.887.
Los datos definitivos del levantamiento se conocerán en el segundo semestre de 2022, pero según el anterior Censo casi el 60% de las existencias caprinas del país estaban concentradas en la región de Coquimbo. Siguiendo esta tendencia, en la región actualmente habría poco más de 220 mil cabezas, es decir, casi la mitad de hace 15 años, siendo el ganado con mayor caída del período (ver infografía). Y también lejana a las 306 mil de 25 años atrás, en el censo de 1997.
Es el impacto de la sequía, la falta de planificación en el manejo de praderas para el consumo de las cabras y el abandono en que viven las razones que parecen explicar este fenómeno.
Así lo afirma Óscar de la Fuente, presidente de la Confederación Nacional Campesina (Conagro). “Hay gente que piensa que algunos sectores deberían ser erradicados, pero es muy difícil para una persona que ha vivido toda la vida en un lugar venderlo e irse a otro lado. Lo que se necesita es buscar soluciones que les permitan paliar la agresividad con la que están siendo afectados con la sequía y desarrollar una política de reacondicionamiento con lo que tienen. Porque es fácil decir ‘que se vayan para otro lado’, pero esa no es la solución. Eso es poesía, no es real”.
Desde su origen en 2006, Conagro viene apoyando a la actividad rural, promoviendo la organización de campesinos y campesinas, impulsando acciones unitarias, articulando sus demandas y las propuestas de políticas públicas para el mundo agrario. También patrocina y genera servicios para los campesinos, denunciando de paso atropellos a sus derechos laborales.
El ocaso de una práctica ancestral
De lluvias no se conoce en la Cuarta Región desde el año 2015, por lo que las quebradas en la precordillera están prácticamente secas. Para paliar el déficit, quienes viven en la zona reciben agua en camiones aljibes municipales, pero se les entrega solo 200 litros semanales para jóvenes y niños y 300 para adultos mayores.
Algo dramático si se considera que en promedio en la ciudad una persona ocupa 90 litros para ducharse. Pero además, y pese a la precariedad que se vive en la zona, tampoco es barata. Pagan 8 pesos por litro y por familia -según el número de integrantes- el costo mensual va desde los 8 mil hasta 16 mil pesos mensuales.
Así lo relata Dulia, quien comenta con desesperanza que los crianceros sufren con esta realidad, a tal nivel que han debido emprender peligrosas caminatas a la cordillera, en busca de flora natural para alimentar a sus animales.
En esa solitaria aventura, varios han muerto en el Limarí, sin que se supiera de su paradero hasta varios días después de que partieron. Otros se han suicidado, al no saber como salvar a su ganado, con los que tienen un vínculo especial, propio de una actividad ancestral, traspasada de generación en generación y que hoy, no obstante, los más jóvenes han ido abandonando para migrar a la ciudad.
De hecho, algunas escuelas rurales tienen apenas 3 o 4 niños. “La vida rural literalmente está desapareciendo”, afirma Faride Tiara, profesional en agronegocios de Conagro.
La urgencia de saber escuchar
La crisis en la Región de Coquimbo tiene su raíz no solo en la falta de agua, sino también en el deficiente manejo de praderas y la planificación en la alimentación de ganado. Antiguamente las cabras eran liberadas para consumir la flora en las praderas, pero la falta de control hizo que en el tiempo se fuera consumiendo la flora.
“Nunca ha habido un manejo desde la política pública para definir cuál es la capacidad de carga para una pradera o cuántos animales deben tener. Entonces, si en algún momento hubo sobrecarga animal en esa pradera natural, al final la poca flora que existía terminaron comiéndosela las cabras”, explica Faride Tiara.
Junto con ello, Óscar de la Fuente indica la falta de ayuda para minimizar los costos que enfrentan al comprar pasto e insumos fuera de la región: “Se necesitan apoyos para mitigar las fuertes alzas que se ven sobre todo en este período, en insumos y semillas, y al mismo tiempo que les generen mejores condiciones para vender sus productos, de manera que no sigan por un lado deteriorando sus condiciones y, por otro, comprando insumo caro y vendiendo barato. Son las dos líneas gruesas que los crianceros requieren y que están demandado”.
Por contrapartida, la disminución de crianceros ha influido en un aumento parcial de los precios de los quesos y leche, lo que se une al surgimiento de la alimentación saludable y las necesidades de personas intolerantes a la leche de vaca, que optan por los productos caprinos que contienen poca lactosa. Por ello, hoy un queso puede venderse entre 5 a12 mil pesos.
Sin embargo, la autoridad sanitaria pone excesivas limitaciones para la comercialización de sus productos fuera de la región. “La gran mayoría de los crianceros no tiene resolución sanitaria para vender fuera de la región. El servicio de salud pone los mismos parámetros para obtener la resolución sanitaria a la producción urbana y a la campesina; no entiende que son otros territorios que viven otras realidades”, indica Tiara.
“Porque una cosa es que nos preocupe la inocuidad, que la gente que va a consumir no se enferme, pero en países europeos han hecho normas específicas al lado de la normativa general, cuando se trata de campesinos o pequeños agricultores. Es lo que debería ocurrir en Chile, que tiene un territorio tan diverso. Y esto es clave porque podrían vender más queso a mejores precios si pudieran distribuir a más ciudades. Esta es una barrera de mercado que viene de la política pública”, agrega.
Por otro lado, la asesora de Conagro enfatiza en la necesidad de poner más recursos en los proyectos de apoyo a los campesinos, pues llegar a las localidades es altamente costoso para profesionales que buscan asesorarlos en sus postulaciones.
En esa línea, indica, los crianceros necesitan ser escuchados y que las medidas que se tomen no vengan de Santiago. “Las mejores soluciones es difícil darlas desde afuera, deben nacer de los territorios. Es una demanda central: que las decisiones que se tomen para intervenir estos territorios incorporen a los dirigentes y la población local”.
De la Fuente, en tanto, advierte que si no se enfrenta el problema se irá extendiendo al resto del país. “Se necesitan políticas sustantivas de Estado para ir abriendo camino a soluciones de largo plazo, que permitan enfrentar las dificultades que va generando el cambio en el medio ambiente y la sequía. Estamos hablando de región de Coquimbo, pero es un problema progresivo en la zona centro-sur y centro-norte del país, sobre todo en las áreas de secano y precordilleranas”.
En su primera Cuenta Pública del 1 de junio pasado, el Presidente de la República Gabriel Boric aludió justamente a esta región para abordar la crisis climática. “Los invito a conocer la realidad de la trashumancia en la Región de Coquimbo o de la agricultura en el sur de Chile, que ve con pavor como sus condiciones de vida de siglos se están deteriorando y se pueden evaporar porque no cuidamos los recursos que tenemos. Probablemente, ningún desafío sea tan estructural como la crisis climática. Tenemos tareas urgentes a nivel local y regional”, dijo el Mandatario.
Desde las comunidades afectadas, desean que esta sea una señal definitiva para que el Estado se haga cargo de apoyar a la población rural que, como Dulia Peralta, aún lucha por mantener actividades ancestrales que forman parte del patrimonio nacional, y que mantienen soberanía en los lugares más recónditos del país.