Aunque la agricultura familiar en Chile solo maneja el 18% de la tierra cultivable, produce el 60% de los alimentos que consumimos. En la REAF, la delegación chilena destacó que la agroecología no solo nutre el suelo, sino también la soberanía alimentaria, y propuso indicadores para demostrar su impacto climático ante la próxima COP30.
Entre el 15 y el 17 de abril de 2024, se realizó en Brasil una nueva edición de la Reunión Especializada sobre Agricultura Familiar (REAF) del Mercosur, esta vez con foco en la agroecología como estrategia central para el desarrollo rural sostenible. A la actividad asistieron representantes de seis países sudamericanos —Uruguay, Paraguay, Brasil, Perú, Colombia y Chile— y participaron tanto autoridades públicas como organizaciones de la sociedad civil vinculadas a la agricultura familiar campesina (AFC).
Por parte de Chile, la delegación estuvo compuesta por personas activas en los grupos temáticos de la REAF, entre ellas Faride Tiara, quien hace tres años integra el grupo chileno de agroecología. Faride compartió su experiencia y reflexiones tras esta intensa jornada de intercambio, donde se discutieron políticas públicas, normativas, casos de éxito y desafíos comunes para promover la agroecología en la región.
Experiencias latinoamericanas: certificación participativa y planificación comunitaria
Una de las actividades más significativas fue el día de campo en una comunidad brasileña organizada bajo el sistema de garantía participativa. Allí, las familias productoras se certifican mutuamente, asegurando prácticas orgánicas con criterios sociales, ecológicos y éticos compartidos. Esta alternativa, impulsada por redes como Ecovida, permite una certificación más accesible y menos burocrática que los sistemas estatales como el SAG en Chile, abriendo el camino para que más familias campesinas puedan vender con valor agregado.
Otra experiencia innovadora fue el vínculo entre productores y consumidores, donde estos últimos se organizan en redes de compra anticipada. Los campesinos planifican su producción agroecológica en función de las necesidades alimentarias de sus comunidades, garantizando venta y reduciendo el riesgo productivo.
Chile: avances estratégicos y desafíos estructurales
Faride Tiara destacó que Chile cuenta con un Eje Estratégico de Agricultura Sostenible y Resiliente, dentro de la Estrategia INDAP 2023–2030, lo que posiciona al país como un actor activo en la región. Sin embargo, también hizo un llamado a aterrizar las políticas públicas:
“Pedimos que vendan online, pero no tienen internet; que asistan a ferias, pero no hay caminos. No basta con buenas ideas si no están garantizadas las condiciones básicas”.
En este sentido, una de las recomendaciones clave de la delegación chilena fue la necesidad urgente de contar con mejores sistemas de información y medición. Sin datos sólidos sobre la producción agroecológica —agrobiodiversidad, impacto ambiental, empleo— no es posible diseñar ni evaluar políticas públicas eficaces.
Indicadores para medir lo que importa
Este llamado cobra aún más relevancia si se considera el reciente Informe de Indicadores 2023–2024 elaborado por CEPAGRO, junto a organizaciones de América Latina y la Universidad de Columbia Británica (UBC). El documento, que recoge información de más de 300 familias de siete países, revela que la agroecología genera beneficios múltiples: alta diversidad productiva, prácticas sostenibles y fuerte vínculo con el consumo local.
Durante el encuentro, las delegaciones trabajaron en la propuesta de indicadores comunes vinculados a la Agroecología y la Agricultura Familiar Campesina e Indígena (AFCI), con miras a ser presentados en la COP30, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se realizará en noviembre de 2025 en Belém, Brasil. En ese contexto, la Sección Chile de la REAF subrayó la importancia de contar con evidencia concreta que demuestre cómo la agroecología aporta efectivamente a la mitigación y adaptación frente al cambio climático, reforzando su papel estratégico en las políticas públicas ambientales a nivel global.
Sin embargo, también se identifican limitaciones comunes, como la mano de obra escasa, la falta de asistencia técnica con enfoque cultural y las dificultades para obtener resolución sanitaria en mercados nacionales.
El rol de la AFC en la soberanía alimentaria
produce el 60% de los alimentos que llegan a nuestras mesas. A diferencia de la agricultura de exportación, que genera divisas pero no alimentos para el país, la AFC sostiene el derecho a una alimentación saludable, nutritiva y justa para todos.
Además, recalcó que los productos agroecológicos son garantes del patrimonio biocultural, al mantener semillas tradicionales adaptadas al cambio climático y más nutritivas que las híbridas industriales. Defender la agroecología es también defender un modelo alimentario más resiliente, justo y soberano.
Formación, cultura y extensión rural con sentido
Entre las principales carencias detectadas en Chile, se encuentra la falta de un modelo de extensión rural integral.
“Los técnicos deben comprender la cultura campesina, no solo transmitir conocimientos. Hace falta formación andragógica, más escuelas campesinas y profesionales que sepan interactuar desde la otredad”, enfatizó Faride.
La REAF demostró que la colaboración regional y el intercambio de saberes son clave para avanzar en la transición agroecológica. Chile, desde su particularidad, tiene mucho que aprender y también que aportar.